Cuando te abrazo, asáltame la idea
de ser hiedra que oprime a una escultura;
más, ola azul ciñendo la hermosura
de la triunfante Venus Citerea.
Más, ser círculo de oro que rodea
de un soberbio brillante la luz pura;
más, ser trozo de sombra en que fulgura
un lucero que vivo nacárea.
Más, ser del sol engarce peregrino;
más, ser paño de cáliz argentino;
más, ser sagrario de tu busto terso.
Más, ser de un alma el amoroso lazo;
y más, ser Dios cogiendo en un abrazo
la redondez sin fin del Universo.
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