jueves, 30 de septiembre de 2010

viernes, 17 de septiembre de 2010

martes, 14 de septiembre de 2010

lunes, 13 de septiembre de 2010

domingo, 12 de septiembre de 2010

PABLO NERUDA - MATERIA NUPCIAL

De pie como un cerezo sin cáscara ni flores,
especial, encendido, con venas y saliva,
y dedos y testículos,
miro una niña de papel y luna,
horizontal, temblando y respirando y blanca
y sus pezones como dos cifras separadas,
y la rosal reunión de sus piernas en donde
su sexo de pestañas nocturnas parpadea.

Pálido, desbordante,
siento hundirse palabras en mi boca,
palabras como niños ahogados,
y rumbo y rumbo y dientes crecen naves,
y aguas y latitud como quemadas.
La pondré como una espada o un espejo,
y abriré hasta la muerte sus piernas temerosas,
y morderé sus orejas y sus venas,
y haré que retroceda con los ojos cerrados
en un espeso río de semen verde.

La inundaré de amapolas y relámpagos,
la envolveré en rodillas, en labios, en agujas,
la entraré con pulgadas de epidermis llorando
y presiones de crimen y pelos empapados.

La haré huir escapándose por uñas y suspiros,
hacia nunca, hacia nada,
trepándose a la lenta médula y al oxígeno,
agarrándose a recuerdos y razones
como una sola mano, como un dedo partido
agitando una uña de sal desamparada.

Debe correr durmiendo por caminos de piel
en un país de goma cenicienta y ceniza,
luchando con cuchillos, y sábanas, y hormigas
y con ojos que caen en ella como muertos,
y con gotas de negra materia resbalando
como pescadores ciegos y balas de agua gruesa.

De Residencia en la tierra

LORIS KALAFAT

LORIS KALAFAT

martes, 7 de septiembre de 2010

Yves d'abbans

Yves d'abbans

Pablo Neruda - CUERPO DE MUJER

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.

Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar al hijo del fondo de la tierra.

Fui sólo como un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba en su invasión poderosa.

Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.

¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia!
¡Ah las rosas del pubis! ¡ Ah tu voz lenta y triste!

Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue y el dolor infinito.

La castellana de Vergy - ANÓNIMO

 

lunes, 6 de septiembre de 2010

PORFIRIO BARBA JACOB - Fragmento de CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer…

Massimiliano Uccelletti

Massimiliano Uccelletti

ARTHUR SCHNI TZLER - La mujer del profesor

 

viernes, 3 de septiembre de 2010

HOMERO ARIDJIS - Fragmento de Persáfone

Ha vuelto la sin hijos. Se sienta cansada y parpadeante. Se relaja en la silla. Se estira más las medias. Ha vuelto y yo retorno. Yo vuelvo a reencontrarme. Anda hacia atrás imagen por imagen, deshilvano lo atado. Voy de ahora en ahora, de segundo en segundo hasta tener su cara, hasta oír sus pasos que iban a la cópula.
La incorporo a su cuerpo. Doto a su pecho de se¬nos florecientes; nombro sus muslos donde estaba el vacío. Pongo en su carne labios. Hablo en su boca lengua. Llevo a sus ojos párpados, a su cabeza pelo. Doy a sus dedos diez uñas insensibles, diez filos que me arañan.
Mirándola la busco. Buscándola la pierdo. Las alas que le presto son alas que no tengo. El aire que respira es aire que no es mío. Lo ido ido está.
Gradualmente la pienso. La acoso con palabras, la conmino a que venga al sueño que la sueña. Le digo a su fantasma que el mundo es más irreal que ella, que el sueño que me sueña también la está llamando.
También la está llamando, con el crujir de mesas y el arder del tiempo, con la frente azul de ese hombre que habla sin parar, con las manecillas locas que dan vueltas al círculo de múltiples relojes, con frases que se elevan, y elevadas no vuelven.

Perséfone se disculpa. Dice que estuvo con él sin deseo alguno. Abusa de detalles. Remueve lo su¬cedido. Lava su memoria como a un vestido sucio que al quererlo limpiar se mancha más.
Dos clientes se acercan por atrás y le tapan los ojos; le halagan los oídos; le tocan un pezón y le tocan el cuello. Ella ríe, para mostrarle a un viejo que la mira, la blancura pareja de su dientes, el aguijón inocuo de su lengua.
Al abrir su bolso, cae al suelo un peine de carey, un retrato, un espejo de mano, una moneda; recoge primero el peine, el espejo de mano, la moneda.

Después, hace mucho tiempo, pisotea mi retrato.
Acaba de desnudarse, de compartirse, de girar, por su expresión, eficazmente.
Puso en el diván unas prendas, un sonido, un movimiento que nunca volverán a repetirse.
Hábil para intimidar, para superar inhibiciones, se acostó, se dejó acariciar y acarició, entrañó lo entrañable, comió lo comestible; dio curso al cauce y a sus impulsos fin; abrazó con anudada prosa.
Alguien está en frente de ella como un resucitado.
Alguien arroja líquido a la cabellera de Jazmín, y la destiñe; alguien jalonea los pechos de Rosario, y copos de lana se esparcen por el piso.
Cuatro botones blancos desde ese suéter miran: oblea, tinta y pluma..., y un talador salvaje derriba a Susi contra el suelo, y queda sobre ella cual pesada y envolvente manta.

Se escucha un oui, un yes y un sí en una sola boca, debajo de una mesa. Unos muslos se abren abajo con los pies arriba.
Una joven camina con flores como senos y un tallo encendido como talle.
Una mujer me mira, y quiere detenerse cuando yo la miro, pero los clientes y rameras que vienen detrás de ella, la empujan.
Un payaso me habla, exige mi atención con mue¬cas, y cuando hago el gesto de atenderlo, se retira riendo. El dueño aconseja a un mesero con una voz que parece salir dando traspiés: con la nuca huesuda, echada para atrás, el confidente escucha.

Puedo ver al intemperante silbador de hazañas, elástico y seguro. Saluda a los que pasan, como si éstos al rozarlo le hablaran, lo reconocieran. Un olor enmohecido se desprende de él.
Al sentirme mirándolo vuelve los ojos, y sonríe. Tiene sueño en las orejas y el alma en el sótano. Tiene deseo en el sexo. Tiene ojos en el tacto. Su cuerpo de pie, yace dormido. Mujeres ojizainas y ojizarcas lo contemplan. Un vasto guardarropa móvil y desnudo lo celebra. Rameras que son per¬las enhebradas en un hilo que es tiempo, se añaden a su sonambulismo.
En medio de un programa de ruidos, de desplazamientos que se le quedan en el primer piso, o que a veces le llegan al desván, y ahí lo habitan como huéspedes filiales.

Bajo la playera manchada colores suda, con el mentón preciso y los ojos opacos, con los brazos henchidos y morenos. Boleados los zapatos y la cara limpia. Sin cinturón y una colilla entre los dedos. Varonil a cada centímetro de piel, a cada órgano, vísceras, en su talón de Aquiles y en lo que no se ve de él, en lo que siempre estará lejos, invisiblemente atormentado y lejos.
Colmado de respuestas, que en verdad, son preguntas.
Mirándonos desde un vértigo considerable. Decidido entre álgidas mitades por emanaciones vivas, que al dejarlo son muertes.
En su cabeza, cada sonido tiene muchos ecos, cada color muchas penumbras. Es cosa fúnebre, en verdad, lo que creemos vivo.

Ludovic Goubet

Ludovic Goubet

JUAN CARLOS ONETTI - Esbjerg en la costa

 

Juan Carlos Onetti - Esbjerg en La Costa

jueves, 2 de septiembre de 2010

JULIO CORTÁZAR - Fragmento de RAYUELA

7

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.

Oli Marziwchenski

Oli Marziwchenski

GUY DE MAUPASSANT - La cita

 

Guy de Maupassant - La Cita

miércoles, 1 de septiembre de 2010

FERNANDO GUTIÉRREZ - Fragmento de ELEGÍAS DE TU AUSENCIA

He de volver a verte
y morirme de nuevo entre tus brazos.
Me he de morir mejor que tantos días.
Invadidos mis ojos por tu aliento,
por la cóncava luz de tu garganta,
anunciado de amor entre tus ojos,
me verteré en tus venas como un río.
Qué celestial ternura
he de encontrar brillando en tus mejillas,
mientras tus dulces dedos anochecen
y amortecida en el amor me sueñas
mucho mejor teniéndome a tu lado.
El rumor de tu pelo,
que advierto sólo yo cuando me besas,
resbalará feliz a tus pestañas
por los dulces linares de tus sienes.
Yo aguardaré el sonido tembloroso
para verlo brillar entre tus párpados
cuando tus ojos teman de mis besos
el abierto paisaje de mis venas.
El dulce simulacro de tu muerte
sobre tu cuerpo, ya sin fuerzas, mío,
se curvará feliz sobre mi brazo
como una rosa lenta y pensativa.
Cuando tu voz se niegue a ser la tuya
y tus ojos me vean por la niebla
espumosa y mojada de tus párpados,
serás desnuda, doblemente mía.
He de volver a verte
y a morirme de nuevo entre tus manos.
A morirme mejor que en esta ausencia
donde tu doble entrega es aire y nada.

Michael Tarasov

Michael Tarasov

ÁNGELES MASTRETTA - Mujeres de ojos grandes

 

ÁNGELES MASTRETTA - Mujeres de ojos grandes