1
Heme aquí, en tu vara, Circe, desnudo: estoy para que me
tomes, estoy;
estoy ahogándome en esta ignominia, en esta espera que
me has designado.
Rebotando en las paredes de este cuarto asfixiante,
asfixiándome yo mismo,
llevo por las calles esta hoguera de cuartos vacíos generando
vientres desnudos,
cayéndose a pedazos, rotos de lascivia, agusanados de impotente
ternura.
Y, mientras, peces de fuego nacen en tus senos, crecen
de ti, en ti,
están hirviendo en mis huesos y en ellos me hundo lenta
irremisiblemente.
Y, mientras, soy, en esta facilidad de ser, el culo hirviente
de un dios despojado,
herido, haciendo con el amor fantasmas ... Mi corazón
a la altura de mi sexo busca,
acecha, encuentra donde tú nada sabes, asedia en los rincones
el flujo,
el revenir de tu tiempo de virgen expuesta, desoída, lanzando
alaridos en el cuarto del deseo.
He aprendido a esperar, en ti he aprendido a esperar
lo que sé nunca vendrá, y espío,
asediado, el momento en que has de darte, en que romperás,
hechizada,
el nudo de corrupción que desoyéndonos nos ata.
2
Circe con el cuerpo amoratado resurge,
sale cada día de la noche arrastrando sexos inútiles,
horas inútiles, tiempo corrompido.
Circe me lleva de la mano como a un gato, voy aro¬mando
de mí sus vestidos,
dejándole mi cuerpo para su ocupación de resguardo.
De Salgo del oscuro
No hay comentarios:
Publicar un comentario